¿Has escuchado la frase “te lavaré la boca con jabón”? Regularmente, esta frase se usa cuando un niño dice alguna grosería. Pero la segunda pregunta sería, ¿De dónde el niño la aprendió? Hace un rato leía el comentario de un amigo, en el cual hablaba de su hija. Ella, a sus tres años, repite todo lo que dicen sus padres. Su mayor preocupación eran las groserías, o malas palabras que ella podría repetir. En su inocencia, los niños desconocen la diferencia entre lo que son buenas y malas palabras, así que repiten todo lo que escuchan (y de paso aprenden).
Conversaciones con los niños
Yo, como payasa, suelo conversar con los niños. Me gusta saber cómo piensan, de qué manera curiosa ven la vida, qué les preocupa o qué les entretiene. A algunos les hago preguntas, otros sencillamente vienen con muchísima confianza y me cuentan cosas que ni les pregunto. Aquí es cuando observo que los niños hablan según han aprendido, principalmente de sus padres. Tal vez pensamos que los hijos no tienen comunicación con otras personas que no sean sus padres, pero no es así. Los niños hablan con sus maestros en la escuela o la iglesia, hablan con los padres de sus amiguitos, con vecinos y otros adultos, a los que queramos o no, ellos no ven como gente extraña. De la misma manera en que me hablan a mí como payasa, cada uno de los adultos antes mencionados se percatan de la manera en que un niño se expresa. Los niños no censuran palabras y todo lo que escuchan lo toman por bueno. Así, he escuchado palabrotas con naturalidad en boca de niños. Esto es algo que no debería ocurrir. Hay personas que sustituyen groserías por palabras “PG” (para todo público). De esta manera, si un niño repite la palabra, lo que terminaría diciendo serían palabras aceptables y no groserías. Por mi parte, yo preferiría, que como adultos, ni siquiera busquemos sustitutos a esas palabras. Soy de las que creo que si una palabra es “mala”, pues sencillamente no la uso. ¿No creen?
Buenas palabras
En esta ocasión escribo con la intención de que tomemos conciencia sobre la manera en que hablamos delante de los niños. Recuerda que ellos son “pequeñas grabadoras” que repiten TODO lo que escuchan, para bien o para mal. En ese caso, usa el poder de esas “pequeñas grabadoras”. Trabajemos para que las palabras de nuestros niños sean un: “con el permiso”, “por favor”, “gracias”, “te quiero”, “te amo”, “buenos días”, y así por el estilo. Créanme, el modelaje de los padres es muy poderoso. Aunque no obligues a tus hijos a usar estas buenas palabras o frases, si ellos escuchan a sus padres utilizarlas, ellos terminarán haciendo lo mismo.